“Apúrense hombres… están armadas con malvaviscos” |
Una de las consecuencias más importantes de la segunda guerra mundial fue la conversión de los Estados Unidos de una gran potencia en la más poderosa potencia militar del mundo. Solamente los Estados Unidos podían llenar el vacío de poder producido en el panorama político mundial por la división el debilitamiento de Europa y la extensión de las fronteras de la Unión Soviética; pero los americanos carecían de una clara visión de lo que significaba su nuevo papel, por lo que transformaron el anticomunismo dentro y fuera de sus fronteras en una ideología, surgiendo así la guerra fría.
El gobierno americano abandonó deliberadamente la política de colaboración con la Unión Soviética, rechazó la noción de esferas de influencia en Europa oriental y trató de imponer concepto de democracia americano con el fin de aumentar su propio poder político y económico. Cada una de estas interpretaciones contradictorias encierra parte de la esencia de la guerra fría: fue en gran medida una consecuencia de los errores de cálculo, equivocaciones y falsas interpretaciones tanto de los rusos como de los americanos acerca de las intenciones del contrario. La URSS, debilitada por la devastación de la guerra y más preocupada por su seguridad que por la expansión, temía que América se empeñara en una política de dominación ideológica y militar; los americanos, y la mayoría de sus aliados europeos, pensaban que la Unión Soviética pretendía la ruina del capitalismo y la imposici6n del comunismo en todo el continente. El temor sirvió de base a la guerra fría y a su prolongación.
Tras conocerse la noticia del éxito de una prueba nuclear en 1949 por la Unión Soviética y hacerse público que el científico británico Klaus Fuchs había pasado secretos atómicos a la URSS en 1950, el recelo anticomunista fue en aumento; y la condena a aquel por perjurio en ese año, llevarían esta prevención anticomunista a un estado de histeria. Toda persona considerada sospechosa era inscrita en una lista, privada de su puesto de trabajo o internada en un centro de detención.
La intensificación de la Guerra Fría indujo a muchos norteamericanos a identificar y a perseguir a sus compatriotas comunistas.
En 1947, Truman dispuso una investigación de la lealtad de los funcionarios federales con el propósito de excluir de la administración pública a los elementos "desleales y subversivos". El hecho de no encontrar ningún caso de espionaje no impidió que la práctica de investigar las actividades de los funcionarios federales sentara un importante precedente y alimentara a los peores instintos. También contribuyeron a exacerbarlos las acusaciones lanzadas en 1948 contra Alger Hiss, antiguo funcionario del departamento de estado, se dirigente del partido comunista en 1949. La condena de los comunistas, por propugnar el derrocamiento del gobierno, y la de Hiss en 1950 por perjurio aumentaron el temor popular y prepararon el terreno a Joseph mccarthy.
A la caza de los comunistas
Se explica así que cuando en febrero de 1950 el senador republicano por Wisconsin, Joseph McCarthy, anunció que tenía conocimiento de la existencia de comunistas en el departamento de Estado, se vieran confirmadas las sospechas de muchos americanos. Por otra parte, el paso de la guerra fría a la caliente de Corea contribuyó a crear una atmósfera en la que las acusaciones indiscriminadas, y a menudo inadmisibles, de McCarthy no sólo tuvieron audiencia, sino incluso respaldo popular. La circunstancia de que los soldados americanos estuvieran luchando contra el comunismo en Corea animó a muchos compatriotas suyos a buscar y calumniar a los comunistas y a sus simpatizantes dentro del país.
Las acusaciones de McCarthy dieron pie a la constitución de un subcomité senatorial que llegó a la conclusión de que eran falsas y fantásticas. Sus acusaciones eran complejas y generalizadas, mezclas de verdades, medias verdades y sospechas que no eran fáciles de desvirtuar y que llevaban los sentimientos anticomunistas a niveles próximos a la histeria. La pertenencia, presente o pasada, a cualquier organización reformista, liberal o internacionalista resultaba sospechoso.
En septiembre de 1950, el Congreso aprobó una ley de seguridad interior (International Security Act o ley McCarran) en la que se autorizaba a la Subversives Activities Control Board a investigar las actividades comunistas en los Estados Unidos. Dos años más tarde, fue aprobada una segunda ley McCarran (Inmigration and Nationality Act), por la que se exigía a todos los visitantes extranjeros una prueba de su lealtad. .
Las dos disposiciones McCarran constituían una amenaza contra las libertades civiles reconocidas por la Constitución, pero ambas fueron confirmadas por el Tribunal Supremo. En 1951, el Tribunal confirmó la constitucionalidad de la ley Smith de 1940, que prohibió la enseñanza de las doctrinas revolucionarias de Marx y Lenin; simultáneamente, diversos subcomités del Congreso hurgaban en antecedentes y en las vidas privadas de los funcionarios del gobierno y de otros sectores de la población. Si bien fueron muy pocos los comunistas procesados, mucha gente perdió su puesto de trabajo. Incluso las personas totalmente inocentes sufrieron a consecuencia de aquellas investigaciones.
Dentro de este clima de histeria y de temor, la mediocridad, el conformismo y la hipocresía lograron imponerse. Los primeros sospechosos eran los intelectuales, lo que redundó en perjuicio del ala liberal del partido demócrata.
El propio secretario de Estado, John Foster Dulles (1953-59), nombró a un partidario de McCarthy para el puesto de jefe de los servicios de seguridad de su Departamento. Pero el fin de la guerra de Corea, en julio de 1953, restó mucho impulso a McCarthy. Sus ataques contra el supuesto espionaje en las fuerzas armadas, en diciembre de 1953 y enero de 1954 fueron televisados, lo que precipitó su caída; en diciembre de 1954, el Senado le censuró por su conducta, acabando así con su carrera. Murió en 1957.
Testigo falso
El F. B. I. empleaba confidentes a sueldo, a los que hacía prestar testimonio en los innumerables sumarios, audiencias y juicios a que daba origen la aplicación de la legislación maccarthysta.
Entre estos confidentes, se distinguió sobremanera un personaje llamado Harvey Matusow. Tenía muy altas calificaciones para su misión depuradora. Era un ex comunista, Y era un intelectual, un universitario. Intervino como testigo muy escuchado en innumerables procedimientos administrativos y judiciales. Contribuyó a que muchos norteamericanos “desleales” fueran a parar a la cárcel o quedaran en la calle. Causó grandes estragos en los círculos docentes.
En 1954 Harvey Matusow publicó “Testigo Falso”, quizá buscando el éxito económico al momento que el mccarthysmo entraba en decadencia, donde puso al descubierto los innobles ardides y trampas y muy especialmente los testimonios falsos en que la persecución mccarthysta se basaba.
Intervenciones en los teléfonos, violaciones de la correspondencia, sumarios secretos “filtrados” deliberadamente a la prensa, malversaciones de fondos, testigos de la defensa a los que se secuestraba o sacaba del país para que no pudieran comparecer, testigos de la acusación, incluido el propio Matusow, a los que se daban instrucciones sobre lo que tenían que decir… “En las sesiones secretas de las comisiones del Senado —escribió Matusow—, nos deteníamos después de cada pregunta y debatíamos privadamente para convenir cuál era la mejor respuesta que debían recoger las actas.” Y en otro lugar del libro, confesó: “Tuve que volver a vivir todas mis experiencias como un comunista, haciendo que cualesquiera observaciones o hechos insignificantes parecieran realmente siniestros.” Como es natural, el libro causó mucho revuelo. Algunos pidieron que “fuera investigado el sistema de investigación” en que se basaba la aplicación de las leyes mccarthystas, pues era inadmisible que se encarcelara a gente sin más fundamento que los testimonios de perjuros profesionales.
El Departamento de Justicia hizo que se acusara y procesara a Harvey Matusow. Quien terminó por ser condenado a tres años de prisión. No por sus confesados perjurios, sino por sus escandalosas revelaciones.
Los Ideólogos del mccarthysmo
El fenómeno mccarthysta no nació por generación espontánea. Tuvo muchos inspiradores que le prepararon el terreno en que pudo desarrollarse y poner en peligro cuanto de democrático había en la sociedad norteamericana.
Uno de estos “ideólogos”, muy destacado, fue Walter Lippman, el famoso comentarista político cuyos pronunciamientos eran leídos atentamente, no sólo en su propio país, sino en el mundo entero. Era un hombre muy preparado, autor de numerosos libros. Muchos llegaron a considerarlo una especie de voz extraoficial del gobierno norteamericano.
En sus libros y artículos, Lippman previno con insistencia contra lo que denominaba la “herejía jacobina”. La “democracia” no debía dejarse arrollar por la masa, por esa “soberanía popular” que ha incurrido en el pasado en tantos “errores”. “El desgobierno del pueblo —llegó a decir en sus ‘Essays in Public Philosophy’— explica la declinación de Occidente”.
En realidad, él decía que la desorientada masa proletarizada pedía únicamente tradición, estabilidad y orden. ¿Cómo procurárselos? No había que suprimir, claro está, el sufragio universal, esa expresión de un pueblo emancipado, pero había que buscar el modo de que la representación fuera “virtual”, como lo había sido en la Inglaterra del siglo XVIII.
En 1954 el ya veterano Lippman estuvo de visita en Italia. Le asustó la fuerza que mostraban allí los comunistas. Pero le tranquilizó lo que le dijo un “eminente Italiano”. Fue esto: “Hemos decidido no entregar el Estado a los comunistas, no permitirles asumir el poder aunque las circunstancias les den la mayoría de los votos. Así, pues, evitaremos el peligro comunista, aunque cabe que el precio sea la pérdida de nuestra democracia y nuestras libertades”. Lippman comentó que, “en principio, ésta parece la decisión justa”.
Uruguay
La campaña anticomunista del embajador Ranvdall en 1950
La campaña electoral comunista de 1950 estuvo más que nada marcada por la violenta campaña en su contra encabezada por el embajador norteamericano Ranvdall. Durante la segunda mitad de 1950 el embajador realizó una gira por las ciudades del interior precediendo en pocos días a los actos públicos del Partido Comunista de Uruguay. En encuentros con los intendentes departamentales, con los notables y autoridades locales y en algunos casos participando en actos públicos, Ranvdall realizó una activa campaña de propaganda anticomunista. Aparentemente, Ranvdall fue capaz de desplegar una variada serie de argumentos e imágenes que encajaban, de alguna manera, con los prejuicios y temores existentes en algunos sectores de la población sel interior, no solo en temas político - ideológicos, sino también en los referente a cuestiones culturales, a las tradiciones, valores familiares y la religión. Sus visitas sembrando temores y aversiones hacia los comunistas, completaban lo que habían sido en los años anteriores las campañas de prensa y la propaganda anticomunista difundida por grupos de derecha y por la misma embajada. En un folleto anticomunista distribuido en Montevideo y destinada para amas de casas de familias obreras, el principal argumento era el peligro de las actividades comunistas para la estabilidad familiar.
Si bien el gobierno uruguayo había demostrado su independencia de criterio rechazando en su momento las sugerencias norteamericanas de prohibir o limitar por ley las actividades comunistas, en plena campaña electoral no tomó medidas para frenar o siquiera protestar contra la descarada intervención del embajador norteamericano en la política nacional. En el interior las autoridades oficiales (intendentes, jefes de policía, funcionarios públicos) colaboraban con Ranvdall.
En muchas de las localidades del interior se organizaron bandas de matones para agredir a los comunistas en sus actos públicos, con el beneplácito y la colaboración, o al menos la pasividad de la policía, las autoridades locales y los notables locales.
La gira de Ranvdall logró su principal propósito al darse una drástica baja de votos a los comunistas en el interior. De 7.441 votos en los departamentos del interior en 1946, el PCU bajó a 4.040 en 1950, o sea un 45% menos. Obviamente, el fracaso electoral en el interior no se debía tan solo a Ranvdall. Pero lo que consiguió el embajador norteamericano fue propiciar un clima en el cual la creciente legitimidad de los comunistas en ojos de una considerable porción de la opinión pública se transformó en una abierta intolerancia.
Puede decirse que la campaña electoral de 1950 determinó la expulsión o el acallamiento de los comunistas en la mayoría de las localidades del interior del país.
Preguntas:
- ¿Por qué una parte importante de los norteamericanos apoyaron la "caza de brujas" macartista?
- ¿Cuáles fueron las consecuencias para las victimas del macartismo?
- A partir de la lectura del texto explica qué signfica “El desgobierno del pueblo explica la declinación de Occidente”.
- ¿Por qué el embajador de EE.UU. se inmiscuyó en las elecciones de Uruguay de 1950 a tu juicio?
- Luego de leer todo el texto, explica qué significa para ti la imágen del principio.
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