martes, 10 de enero de 2017

EGIPTO Y MESOPOTAMIA



Agricultura de regadío y transformación urbana



CONCEPTO
A comienzos del tercer milenio a.C, aproximadamente, se produjo en los grandes valles de los ríos subtropicales, Nilo, Tigris y Eufrates e Indo, la transformación de las pequeñas aldeas autosuficientes del neolítico en ciudades populosas con numerosa población diferenciada desde el punto de vista de las ocupaciones, con una organización propia de un estado y en posesión del conocimiento de la escritura. En esta transformación encuentran los historiadores los comienzos de la civilización.
La aparición de la vida urbana representa el pasaje a un modo de vida completamente diferente, caracterizado por una nueva forma de cooperación social que dio lugar a una difusión de conocimientos y a un proceso continuo de creación de riqueza.
En la ciudad serán posibles la movilización de la mano de obra en gran escala, el control de los transportes de largos recorridos, la intensificación de las comunicaciones, el desarrollo del espíritu inventivo y un aumento de la producción agrícola. Precisamente, el desarrollo de una población no agrícola aumentó la demanda de alimentos y contribuyó así a multiplicar las aldeas y a que se ganaran nuevas tierras para los cultivos. Por otra parte, la vida urbana no excluyó la práctica de la agricultura: en Sumer por ejemplo, siguió siendo practicada dentro de las murallas de la ciudad.

CAUSAS
La base de esta transformación estuvo en la capacidad de producir riquezas, o sea, en la posibilidad de aumentar el excedente económico. Este puede ser definido como la riqueza que un pueblo posee por encima de la cantidad necesaria para la subsistencia de sus miembros. La existencia del excedente se pone de manifiesto cuando una parte del pueblo puede consagrarse a actividades distintas a la obtención de la propia subsistencia. Ese aumento que fue el resultado de una combinación de factores culturales y ambientales, produjo a su vez incrementos cada vez mayores, estimulando a los habitantes de los valles a trabajar y trazar planes para producir más. Los motores de ese movimiento de aceleración que condujo a la formación de las ciudades fueron una serie de innovaciones técnicas acumuladas que ampliaron progresivamente la eficacia productiva del trabajo humano y modificaron las relaciones de producción entre los hombres y las formas de distribución de los productos del trabajo.

La agricultura de riego. La obtención del excedente económico se hizo posible cuando los adelantos del neolítico, agricultura y domesticación de animales, se introdujeron en las grandes llanuras de los ríos subtropicales. Las dos regiones donde se daban mejor las condiciones para el surgimiento de la civilización fueron Egipto y Mesopotamia. Los dos eran valles de vasta extensión con tierra aluvial, que es un suelo de prodigiosa riqueza; en ambos un gran río corre por el centro del valle llevando el agua que es esencial, inundándolo y dejando un sedimento que enriquece el suelo y con un caudal al que se puede recurrir por medio de canales para asegurar la fertilidad durante todo el año. Ambos son territorios desprovistos de las materias primas fun­damentales: piedra, metal y madera.
Cuando aumentó la población fue necesario abrir canales que permitieran llevar agua a las tierras más lejanas al río, donde no llegaba la inundación.
Todo esto suponía una gran cantidad de trabajo manual y una organización compleja ya que requería el esfuerzo de gran número de hombres y exigía la centralización de la dirección en mucha mayor extensión que la de una aldea; se necesitaba una autoridad que impusiera y dirigiera el trabajo. La transformación de la aldea en ciudad no implicó así solamente un cambio de tamaño sino también un nuevo tipo de organización.
La ejecución de estas empresas colectivas (construcción y reparación de los canales) exigió cierto capital en forma de excedentes acumulados, ya que los hombres empleados en la construcción de canales y diques tenían que alimentarse y mientras realizaban esos trabajos no podían producir directamente los alimentos que necesitaban consumir; por eso la acumulación previa de excedentes fue un requisito importante para la aparición de la ciudad.
Fluctuaciones del Río Nilo a lo largo del año. Al retirarse el agua deja el limo (barro con nutrientes) que permite el cultivo todos los años con un gran rendimiento
La presencia de una extensión considerable de suelo rico que pudiera ser trabajado fácilmente fue así el requisito previo para la civilización ya que el hombre pudo verse libre de la necesidad de dedicar todas sus energías y su pensamiento al problema de la supervivencia y capacitarse para procurarse de los demás, por medio del trueque, los objetos que no fabricaba. Además sólo en regiones con suelo y clima favorables y con extensión suficiente se puede mantener una población lo bastante numerosa para que estimule la especialización en las ocupaciones y el desarrollo social.
El progreso técnico. El aumento del excedente económico se hizo posible también por una serie de rápidos progresos técnicos que se produjeron en el período comprendido entre los milenios V y III a.C. El hombre aprendió los procesos necesarios para trabajar los minerales de cobre y las propiedades de los metales, inventó el arado, aprovechó la fuerza del animal y del viento y empezó a elaborar un calendario.
• La metalurgia. Es probablemente el más importante de estos descubrimientos. El conocimiento de los metales y de los métodos para trabajarlos fue consecuencia de las industrias de la alfarería y el tallado de la piedra. Con el uso de la piedra el hombre se familiarizó con varios materiales y al fabricar utensilios de cerámica aprendió los efectos que producía la aplicación del calor. Al comienzo, el cobre, primer metal que se empleó, era trabajado martillándolo en frío, pero más adelante se aprendió el procedimiento del fundido y el colado. En el tercer milenio a.C. se usaba ya el método de la cera perdida y se aprendió a fabricar el bronce (aleación de once partes de cobre por una de estaño). La metalurgia asociaba así cuatro conocimientos nuevos: la maleabi­lidad del cobre, la posibilidad de fundirlo fácilmente, el medio de extraer el metal de los minerales y las aleaciones. Por eso es muy dudoso que se haya practicado alguna vez como industria doméstica en los intervalos dejados por el trabajo agrícola. El hecho de que entre los pueblos primitivos del SXX los forjadores sean especialistas contribuiría a demostrar que el trabajo de los metales ha sido siempre una labor que ocupó todo el tiempo de quien la realizaba.
• Nuevas técnicas agrícolas. La producción de riquezas se hizo posible también por otras mejoras en el campo de la agricultura, como el aprovechamiento de la fuerza animal que permitió aliviar al hombre de una de las formas más brutales del  trabajo físico. Los agricultores encontraron en el ganado que ya habían domesticado la fuerza motriz necesaria. Probablemente, el toro haya sido el primer animal que se puso a tirar de un carro o un arado. Precisamente, éste fue otra de las invenciones funda­mentales. Con dos bueyes y un arado, un hombre podía cultivar en un día una superficie mucho mayor que la que podía cultivar una mujer con la azada. Así la parcela dio lugar al campo, lo que se tradujo en mayores cultivos, más alimentos y permitió el creci­miento de la población. El hombre sustituyó a la mujer en la función principal de la agricultura y ésta fue así liberada de un trabajo muy pesado, pero perdió el monopolio de la producción de los cereales y por consiguiente el lugar que ocupaba en la sociedad.
Los transportes. El desarrollo de la metalurgia y el comercio consiguiente requirieron mejores transportes. Estos fueron mejo­rados con la invención de la rueda.
La rueda no sólo revolucionó los transportes sino que también fue aplicada a la industria hacia el año 3500 a.C. con la invención del torno del alfarero. Esto significó otro paso en la especialización del trabajo ya que los alfareros son ahora especialistas que cambian sus productos por el excedente económico producido por los demás.
La introducción de carros con ruedas tirados por bueyes u otros animales, aceleró las comunicaciones y simplificó el comer­cio, aunque el transporte de mercaderías continuó haciéndose también a lomo de burro.
Paralelamente se desarrolló la navegación a vela dado que el hombre aprendió a utilizar la fuerza del viento. La vía fluvial fue el primer medio eficaz de transporte en masa. Precisamente, las ciudades surgieron en los valles fluviales en el mismo momento en que se iniciaba la navegación.
El desarrollo de estos medios de transporte dio a la ciudad el mando sobre hombres y regiones lejanas y permitió intercambiar los excedentes y tener acceso a las especialidades distantes. Apareció así una institución urbana: el mercado.
El comercio internacional acicateado por las necesidades de metales y madera de Egipto y Mesopotamia, floreció y puso en contacto a países que hasta entonces no se habían conocido.