LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Causas
La historia de la Revolución
Industrial es en primer término la historia de la experiencia inglesa. El
proceso comienza hacia 1760 en pequeñas zonas de Gales y de Escocia,
rápidamente se intensifica en toda Inglaterra y cumple etapas básicas antes de
pasar al resto de Europa, cuando termina el siglo. Muchos son los factores que
convergen y hacen posible esa revolución que modificaría las estructuras
económicas y sociales de Europa y de sus colonias, factores por otra parte compleja
y estrechamente relacionados entre sí.
Población
La población se ha incrementado notablemente: aumenta
un 40% durante la segunda mitad del siglo XVIII y en un 50% las tres décadas
siguientes. Las razones de este aumento son diversas: disminución del índice de
mortalidad infantil, del índice de mortalidad de la mujer a consecuencia del
parto, la desaparición de enfermedades epidémicas hasta ese momento recurrentes
como la peste bubónica, etc. los avances de la medicina, la generalización de
ciertas pautas higiénicas y de cuidado con los alimentos (la potabilización de
las aguas, por ejemplo), y muy especialmente la alimentación más rica y
variada, son los factores que influyen en estos cambios.
Este incremento posibilitó el
crecimiento del mercado interno. En especial el aumento del consumo de las
capas medias urbanas y una población rural más demandante de productos
manufacturados que en Europa continental contribuyeron a ello.
Transformación agraria
Las mejoras en la alimentación son
consecuencia de un proceso que se viene cumpliendo desde fines del siglo XVII y
que se prolongará durante el XVIII: la revolución agraria. Pero esto no sólo
aumentará la producción de alimentos, y con ello influirá en los cambios
demográficos mencionados, sino que también provocará un desplazamiento de las
masas campesinas hacia las industrias en desarrollo, necesitadas cada vez más
de mano de obra.
En Inglaterra las tierras de
agricultura se cultivaban según el ancestral sistema de tres bandas. Las tierras
de diferentes propietarios se agrupaban en tres zonas discontinuas, y cada
propietario tenía una o más parcelas en cada banda. En una de las bandas se
cultivaban cereales; en otra, feculáceas; la tercera se dejaba en descanso. Los
cultivos iban rotando de banda a banda anualmente, de manera que sólo cada tres
años se cerraba el ciclo. Este sistema tenía por objeto hacer descansar la
tierra, pues solo se conocía por entonces el abono animal, el cual era por
demás escaso. Este sistema obligaba a todos los propietarios a realizar los
trabajos del campo en la misma época del año y a sembrar lo mismo. El sistema
obstaculizaba así los cambios y las posibles experiencias y mejoras.
A principios del siglo XVIII algunos
grandes terratenientes, influidos sobre todo por la experiencia holandesa,
decidieron cambiar el sistema de explotación de sus propiedades. Para hacerlo
así fue necesario abandonar el sistema de campos abiertos, o de tres bandas,
concentrar las tierras dispersas y cercarlas para protegerlas del ganado.
Comenzaron entonces a promover por
un lado la introducción de nuevos e importantes cultivos, como el de la papa
americana o la remolacha azucarera, y, por otro a exigir una verdadera reforma
de la propiedad agraria.
Apoyados por el parlamento, consiguieron
que se nombraran comisiones de arbitraje con el fin e que se redistribuyeran
los campos. Los nobles y los otros grandes propietarios fueron, lógicamente,
los favorecidos e estas operaciones. Muchos pequeños propietarios fueron
perjudicados por la entrega de tierras de inferior calidad y otros, que no
pudieron realizar los trabajos de cercamiento, ahora imprescindibles, tuvieron
que vender sus tierras y buscar trabajo en las nuevas actividades industriales.
Pero los más perjudicados fueron los
pobladores sin tierra, los que vivían en las llamadas tierras comunales
trabajando como jornaleros en las grandes propiedades y que completaban sus
entradas con el trabajo de las industrias domiciliadas y con lo que sacaban de
los bosques. Cercadas las tierras y dadas en propiedad las comunales, esta
población marginal se vio desplazada del campo y tuvo que emigrar hacia las
nacientes ciudades industriales donde constituyó el grueso del primer
proletariado industrial.
Estos cambios sociales no afectaron
al nuevo sistema agrario: la producción aumentó considerablemente y el campo
pudo alimentar, aunque con altos y bajos, a la creciente población urbana o
semiurbana dedicada a la explotación de las minas y a la producción de tejidos.
Transporte
A lo largo del siglo XVIII la
conformación de un mercado interno en Gran Bretaña se vio favorecida por el
crecimiento de la población, por la ausencia de fronteras aduaneras internas y
de cargas feudales, y por las dimensiones y la topografía de su territorio.
Estas condiciones eran
complementadas por el sistema de transportes y comunicaciones. Desde mediados
del siglo XVII se habían destinado fuertes inversiones públicas y privadas a la
extensión del sistema fluvial (a través de la construcción de canales) y a la
construcción de nuevos puentes y carreteras. Este proceso se aceleró en el
siglo siguiente, lo que contribuyó a que los transportes fueran relativamente
fáciles y baratos.
Mercado externo
Además del mercado interno Gran
Bretaña contaba con la ventaja de poder acceder a un amplio mercado externo.
Desde el siglo XVI había ido desarrollando su flota hasta llegar a ser la
principal potencia marítima mundial en el siglo XVIII. Poseía importantes
territorios coloniales, sobre todo las trece colonias de América del Norte,
pero además de ello tenía relaciones comerciales, gracias a la extensión de su
poderío naval y a su política exterior, con las colonias españolas y
portuguesas en América y con otras áreas de ultramar.
Entre 1750 y 1760 la exportación
británica de tejidos de algodón aumentó diez veces. En la década del 80 ya se
han conquistado el mercado exterior colonial y semicolonial. (El mercado
europeo se abre recién en la década de 1820).
El
algodón que alimentará a la industria textil inglesa proviene de los Estados
Unidos (se lo cambia por esclavos traídos del África) y, fundamentalmente, de
Inventos técnicos
El aumento de la productividad y el acelerado
desarrollo industrial se producen sobre la base de una serie de innovaciones
técnicas revolucionarías, en gran medida concentradas en la segunda mitad del
siglo XVIII. A su vez, el objetivo de aumento de productividad, el crecimiento
de los mercados, actúa como incentivo para el desarrollo tecnológico. La
industria textil, la metalurgia, las comunicaciones van a cambiar radicalmente
en pocas décadas.
Hacia 1765, James Watt, un mecánico encargado de
conservar y reparar los instrumentos de física de la Universidad de Glasgow,
perfecciona la máquina a vapor que Newcomen había aplicado en 1712 al proceso
de extracción de agua de las minas, patentándola en beneficio propio.
En pocos años la nueva máquina
ingresa en la industria textil, al tener la ventaja de poder utilizarse como
fuente de energía para la producción industrial. Sin embargo su difusión fue
lenta, aunque resultó uno de los inventos que transformó más profundamente a la
industria. Porque permitió que ésta pudiera desarrollarse en forma creciente en
las ciudades, liberándola de la dependencia con respecto a los cursos de agua,
las modernas ciudades industriales fueron hijas del vapor. Además, a diferencia
de la energía hidráulica, la del vapor no está sujeta a variaciones
estacionales o climáticas.Industria textil que ya había sufrido modificaciones
importantes antes de 1760, ya sea en el ramo del tejido, con la lanzadera
volante que inventa en 1733 un tejedor y mecánico de Bury, John Kay, o en el
del hilado, con la nueva hiladora de rodillos que diseñan Paul y Wyatt en la
misma época. Los inventos que se producen en amas zonas de la industria textil
se influyen entre sí: la lanzadera facilita la fabricación del tejido y acrecienta
la demanda de hilo, que comienza a escasear. Se busca entonces aumentar la
producción de éste. Un cambio importante y de gran influencia lo va a
constituir entonteces la invención de un carpintero y tejedor de Blackburn,
James Hargreaves, quien desarrolla la primera máquina de hilar práctica, la
famosa Jenny, hacia 1764. Esta máquina permitía a la hilandera elaborar ocho hilos a la vez.
Pocos años después Arkwright, “ese
barbero panzudo de fláccidas mejillas muy sufrido y muy inventor”,
patentaba la primera máquina de hilado movida por fuerza hidráulica, la que
daría a Inglaterra el poder del algodón.
En realidad, el bastidor mecánico no
lo había inventado Arkwright, que se transforma en un poderoso industrial
gracias a ella, sino Highs, a quien aquél se la había usurpado. Con la nueva
máquina se obtenía ahora un hilo torcido fuerte, utilizable para la urdimbre en
lugar de lino, y que permitió un paso revolucionario: la fabricación de tejido
de algodón barato. También con ella las hilanderas, que trabajaban en sus casas
con la Jenny, debieron pasar a las fábricas.
Diez años después (1779) aparece
otra máquina revolucionaria: la “mula” mecánica de Crompton, que combinaba los
mecanismos de la Jenny con los del bastidor hidráulico. La “mula”, movida a
vapor, comenzará a realizar en las fábricas, en un día, lo que en 1760 realizaban
300 hilanderas. El cuadro se completa, en el ramo del tejido, con la creación
en 1785 del telar mecánico elaborado por Cartwright.
La historia de estos inventos es
compleja, largos periodos de prueba, frustraciones, robos, a veces pasan años
antes de que se apliquen a la producción. Muchos de los que los elaboraron no
eran hombres de ciencias sino artesanos que buscaban solucionar problemas que
se les presentaban en su trabajo cotidiano, incentivados por la necesidad
constante de aumentar la productividad. Muchos de ellos, al contrario de lo que
pasó con sus inventos, murieron en la miseria y el olvido.
Máquina a vapor de J. Watt |
Esquema de funcionamiento de la máquina a vapor |
Bastidor mecánico |
Una nueva fuente energética: el carbón
Las primeras fábricas que nacieron a
fines del siglo XVIII para la producción de hilado de algodón utilizaron la
energía hidráulica, y ésta siguió tendiendo por mucho tiempo un rol importante
en la producción manufacturera. Sin embargo va a ir siendo sustituida por el
vapor, que se utilizó tanto para la producción industrial como para impulsar
los nuevos medios de transporte: los ferrocarriles y barcos a vapor.
El carbón mineral fue fundamental
como combustible para generar vapor, debido a que era abundante y barato, al
contrario de la leña, que comenzaba a escasear. Y Gran Bretaña contaba con
abundantes yacimientos de carbón y de hierro que le otorgaron ventajas
comparativas sobre otros países europeos.
Aunque en el largo plazo se trataba
de un recurso no renovable, los yacimientos de carbón eran tan ricos en mineral
que la demanda resultó pequeña en comparación con las reservas disponibles.
El carbón, además, al ser un
producto con costos de transporte elevados, generó una fuerte presión para el
mejoramiento de las comunicaciones, como la extensión de la red de canales de
1760, en la que fue el principal producto transportado. Más adelante, los
primeros ferrocarriles fueron construidos para acarrear carbón, y gracias a las
mejoras que se introdujeron en ellos fue posible transportar pasajeros a partir
de 1830
Industria metalúrgica
También el uso del carbón produjo
cambios importantes en la industria metalúrgica. Tradicionalmente para la
fundición de hierro se usaban la madera y el carbón vegetal, hasta que comenzó
a utilizarse con éxito un nuevo combustible, el coque, un derivado del carbón
de piedra o hulla.
La utilización del coque fue
fundamental para el desarrollo de la industria metalúrgica por diversas
razones. En primer lugar, porque la disponibilidad de hulla era mucho mayor que
la de madera, que estaba empezando a convertirse en un recurso escaso y cada
vez más caro. En segundo término, el coque genera una cantidad de energía
superior a la del carbón de leña, lo cual facilita el proceso de fusión del
mineral. Por último, la difusión del uso del coque exigió y estimuló el uso de
hornos de fundición cada vez mayores, lo cual redundó en economías de escala
que permitieron abaratar los costos. Otras dos innovaciones clave en la
metalurgia del hierro, concretadas a fines del silo XVIII, fueron el pudelado[1] y el
laminado[2], que
hizo posible producir en forma más rápida y en grandes cantidades, y obtener una serie de formas estandarizadas
(vigas, barras, rieles) que se utilizaron en la industria, la construcción y el
transporte. La producción de hierro se multiplicó por cien entre 1760 y 1850.
Actividades:
- Resume lo que te parece más destacado de cada causa.
- Indica cuál de todas las causas es la que te parece más importante.
[1] Es
una técnica de refinado
del hierro
que se produce en los altos hornos, mediante la que se consigue
rebajar el contenido de carbono hasta un porcentaje muy bajo y, sobre todo, eliminar
casi todo el azufre,
por lo que el hierro resultante ya es hierro
forjado. Durante la pudelación, el metal fundido se remueve o bate
dentro de un horno de reverbero, para conseguir airearlo. Así, el carbono y el
azufre consiguen arder, con lo que resulta un metal más puro y de mejores
propiedades mecánicas.
[2] El
proceso de laminado consiste en calentar previamente los lingotes de acero
fundido a una temperatura que permita la deformación del lingote por un proceso
de estiramiento y desbaste que se produce en una cadena de cilindros a presión
llamado tren de laminación. Estos cilindros van conformando el perfil deseado
hasta conseguir las medidas adecuadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario