Propiedad como derecho fundamental
A partir de John Locke en el siglo XVII quedó establecido como pilar del liberalismo que el poder político emana de la comunidad de propietarios, los que son el soporte de la nación liberal.
En efecto, la propiedad era el derecho fundamental en tanto era el fruto del trabajo con el que se había añadido valor a las cosas naturales. La propiedad, por tanto, se convirtió en el signo de la igualdad. La sociedad era un conjunto de productores; frente a la ociosidad de las aristocracias feudales europeas. El trabajo es necesario para sobrevivir y para ser propietario y labrar la riqueza, esto es, para ser un señor del producto del propio esfuerzo, tener las necesidades cubiertas, ser libre y poder actuar. Es la actividad que iguala a los hombres y garantiza la supervivencia, el orden y la convivencia, y cuyos resultados se manifiestan en la propiedad. La sociedad, por tanto, se convierte en un conjunto de productores, y al Estado se le asigna la protección de los intereses y propiedades de tales productores.
El mercado
Otras voces posteriormente, aunque con distintas argumentaciones, coincidían en esa línea de liberalismo político y económico que asentaba la organización de la sociedad sobre el trabajo y la propiedad, y que basaba la legitimidad del Estado en el consentimiento de quienes delegaban su poder para equilibrar las libertades individuales con el interés común. Por su enorme repercusión posterior sobresale Ensayo sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las nacionales (1776) de Adam Smith, considerado el texto fundacional de la economía liberal.
Allí se destaca por primera vez la existencia de leyes que regulan la vida económica, al tiempo que se enfatiza la centralidad del mercado libre – “la mano invisible” – en el proceso de creación de riqueza, mediante el juego de la oferta y la demanda generada por las voluntades de los individuos que al buscar la felicidad individual conducirán el proceso a la felicidad general.
Propiedad sagrada
El liberalismo preconiza la razón del individuo como fundamento para organizar las relaciones ente los hombres, y entre ellos y el mercado. En política esto significa el contractualismo o constitucionalismo, con los principios de representación ciudadana y separación y limitación de poderes; en economía se traduce en la razón del libre intercambio y producción. En ambos casos la clave reside en el derecho de propiedad, fruto del valor producido por el trabajo. Por eso la propiedad es tan sagrada como la vida humana, es la razón de ser del Estado y el elemento que confiere autonomía real a cada individuo, e incluso el atadero conyugal para el ejercicio de la patria potestad. Y por eso también la libertad de creación intelectual es parte de la propiedad que cada individuo ejerce sobre si mismo y sobre sus ideas.
El liberalismo era, en definitiva, el sistema y la ideología que planteaba al individuo y la propiedad como centro de la sociedad, lo que se tradujo en las declaraciones de derechos y en el referente para legitimidad del Estado y de la Economía.
Democracia es tiranía
Sin embargo el exceso de libertad de los individuos podía traer aparejado complicaciones para burguesía, en especial a partir de revoluciones radicales como la Francesa. Hay que precisar conceptos.
Por eso se repudia la democracia como nueva tiranía. Los análisis de Benjamín Constant en 1819 contraponen la libertad antigua, esa democracia que solo garantizaba la participación popular en el gobierno, frente a la libertad moderna, que es individual y que debe protegerse tanto de los gobiernos como de las tiranías democráticas.
Libertad, por tanto, significa disponer de la propiedad personal y ajustarse a unas leyes aprobadas con representación de esos propietarios interesados en el estado garante de sus derechos. Se reformula así la jurisdicción del Estado para situar en el centro de la organización social al individuo, por encima del colectivo.
El equilibrio de poderes de Gran Bretaña y el sistema de gobierno constitucional en los ideales que seguían definiendo el modelo político neoliberal durante el siglo XIX, pero las desigualdades derivadas de la Revolución Industrial y de la economía de mercado plantearon nuevos retos.
El Estado
El liberalismo de la Burguesía que está en el poder o lo reclama rechaza el paternalismo con los pobres, se oponía a las leyes a favor de éstos porque consideraba que los subsidios fomentan la pereza y aumentan la población por encima de sus posibilidades y porque el remedio a la pobreza es la autodisciplina y la prudencia en el gasto. Por eso el liberalismo le asigna al Estado una simple función arbitral entre individuos, siempre para garantizar el orden, nunca para instrumentar mejoras sociales.
En cualquier caso, en todas sus variantes, el liberalismo hace del individuo el eje para el desarrollo de la sociedad, y siempre la autorrealización es el método para extender las capacidades creadoras de cada persona. Por eso llevaba aparejada una moralidad derivada de la inflexibilidad de la lucha por la existencia, con valores de sobriedad, autocontrol, acción, eficacia y competitividad, aplicados sobre todo al trabajo.
Así se explica el libro Self Help (Autoayuda) (1859), de Samuel Smiles, escrito para que las clases trabajadoras norteamericanas mejorasen su carácter y pudieran triunfar. Para el autor no había problemas económicos sino problemas morales que se solucionaban formando el carácter en la frugalidad y el ahorro., en la confianza en uno mismo y en la disposición a competir en virilidad para alcanzar el éxito.
Preguntas:
1. ¿Qué significado tiene la propiedad para el liberalismo?
2. ¿Qué es el “libre mercado”?
3. ¿Por qué la Democracia puede ser una nueva tiranía?
4. ¿Cómo se considera a los pobres?
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