Introducción
Salvo por unos meses en 1871, durante la
llamada Comuna de París, nunca antes se había producido la toma del poder por las
clases trabajadoras en ningún país con el objetivo explícito de terminar con el
régimen capitalista y construir una sociedad socialista, concebida como primer
paso hacia el comunismo.
Es decir, un proyecto social donde la
mayoría explotada terminara con las desigualdades sociales, económicas y hasta
políticas emergidas del capitalismo y asegurara efectivamente la igualdad a los
seres humanos. Esta primera revolución socialista de octubre de 1917 se produjo
en una de las naciones más atrasadas dentro de las grandes potencias. Este
proceso va a ser uno de los factores de más influencia en la historia del siglo
XX a nivel planetario.
El
ámbito rural
La vieja Rusia zarista estaba atravesada
por contradicciones crecientes que debilitaban al régimen autocrático sostenido
por la nobleza terrateniente y los grandes capitalistas.
En el campo persistían relaciones sociales muy
parecidas al feudalismo medieval. A pesar de haberse decretado la liberación de
los siervos en 1861, los campesinos seguían bajo el dominio de los
terratenientes. Estos, que representaban 28.000 personas eran dueños de 62 millones
de desiatinas de tierra (90.320.000 hectáreas ), es decir 3225 hectáreas por
cada una en promedio, mientras que a 10 millones de haciendas campesinas les
correspondían solamente 73 millones de desiatinas (106.300.000 hectáreas ),
o sea 10,63
hectáreas en promedio. Por otra parte existían decenas
de millones de campesinos sin tierras que debían trabajar en condiciones
miserables en las grandes haciendas de la aristocracia. Por otra parte, el
régimen fiscal agrario hacía caer todo el peso de los impuestos sobre los
campesinos, dejando prácticamente libre de ellos a dicha aristocracia
terrateniente.
Esta fuerte concentración de la tierra que
daba base al poder económico de los terratenientes se complementaba con el
predominio político sobre los campesinos a través del respaldo de la monarquía
zarista a aquellos.
Implantación
del capitalismo monopólico
Desde fines del siglo XIX, y a un ritmo
superior a lo que había sucedido en otros estados europeos, se había
desarrollado un capitalismo muy concentrado con grandes fábricas, minas y
ferrocarriles que nucleaban millones de obreros, debido en buena parte a la inversión de
capitales franceses, ingleses, estadounidenses y alemanes.
Los monopolios extranjeros se habían
apoderado de las ramas productivas más importantes. Llegaron a controlar el 90%
de las inversiones en la minería, 42% en la industria del hierro, acero y
máquinas, y el 50% en la química. Tres entidades monopolistas, “Shell”, “Oil” y
“Nobel” tenían el dominio de la industria petrolera. Más de la mitad del
capital básico de todos los bancos comerciales accionistas se guardaba en las
cajas fuertes de siete bancos de Petrogrado.
En este cuadro el capital francés ocupa el
primer lugar con un 32.5% de las inversiones, siguiéndole el inglés con un
22.5% y el alemán con el 19%. Tres entidades monopolistas, “Shell”, “Oil” y
“Nobel” tenían el dominio de la industria petrolera. Más de la mitad del
capital básico de todos los bancos comerciales accionistas se guardaba en las
cajas fuertes de siete bancos de Petrogrado.
Esto motivó un nivel de concentración de
trabajadores muy elevada por unidad productiva. Antes de la guerra cerca de 3
millones de obreros se aglutinaban en los centros urbanos industriales, a la
cabeza de los cuales estaba la fábrica de armas Putílov donde laboraban 40.000
obreros. El 41% de todos los obreros de Rusia trabajaban en grandes empresas
con una plantilla mayor de 1000 operarios, mientras que en EE.UU. dicha
proporción solo se daba en un 17%.
Lo reciente de este fenómeno implicaba que el
grueso de los obreros tuviera un cercano pasado campesino, lo que influía tanto
en los reflujos marcados ante las derrotas como en su disposición explosiva
para la lucha.
La burguesía
La burguesía rusa nunca tuvo una fuerza
social y política equivalente a la de los países occidentales. Con las
principales palancas industriales en manos del capital extranjero, ligada a
éste y a la nobleza terrateniente por muchos lazos económicos, no se configuró
nunca como una clase social con una "personalidad" clara y una
vocación de poder decidida.
Sin capacidad de dirigir a la clase obrera
debido a la creciente independencia política de ésta y distanciada de los
campesinos, la burguesía intentará oponerse a la primera y aprovechar el
conservadurismo de los segundos para alcanzar un gobierno que introduzca
reformas liberales pero sin alterar el orden social.
El factor de la "Gran Guerra"
Hacia 1917 la economía rusa evidenciaba
signos de extenuación y de bancarrota total. Se paralizaban muchas fábricas y
talleres, y decrecía la producción industrial. La escasez y la especulación
hacían estragos en el deteriorado nivel de consumo de la población.
Para marzo de aquel año los precios de los
artículos de primera necesidad habían aumentado enormemente. Según la Duma Municipal de
Moscú, donde había más comestibles que en Petrogrado, y por lo tanto, eran más
baratos, los alimentos habían aumentado, con relación a 2014, un 556% en
promedio, mientras que el Ministerio de Abastos del Gobierno Provisional
manejaba una tabla que informaba que artículos de primera necesidad como la
ropa, el jabón o el combustible lo habían hecho en un 1.109%. Se implantó el
racionamiento de pan, el hambre se cernía sobre el país, aparecieron enormes
colas a las puertas de las tiendas de comestibles y de las panaderías. La
desorganización del transporte ferroviario acrecentaba el desbarajuste
económico. La crisis de combustible era alarmante.
La ruina económica abarcó a la industria,
al transporte y a la agricultura. de 9.750 grandes empresas, en los años de la
guerra sólo trabajaron ininterrumpidamente 4.802, esto es, el 49.3%.
En 1917 habían sido ya llamados a filas más
de 15 millones de hombres, de los que más de 7 millones habían perecido a causa
de los combates, el desabastecimiento, las enfermedades, etc. Lo que creó una
aguda falta de mano de obra en el campo. Casi un tercio de las haciendas
campesinas quedaron sin brazos. La cosecha de los cultivos cerealistas más
importantes (alimenticios y forrajeros) disminuyó en 26 millones de toneladas,
reduciéndose el área de siembra.
Por otra parte la guerra había sacudido
hasta sus cimientos las finanzas del Estado. La deuda estatal de Rusia alcanzó
en enero de 1917 la suma de 33.600 millones de rublos, de los que cerca de
8.000 millones correspondían a Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Mientras
tanto los gastos de guerra diarios se elevaron de 24.2 millones de rublos en
1915 a 69 millones en 1917.
Caída del Zarismo
La crisis económica, el descalabro militar
que imponía alcanzar la paz y terminar con la sangría de vidas, una clase
obrera que había desarrollado profundas experiencias políticas a partir de la
revolución de 1905 junto a la inquietud creciente del campesinado pobre por el
acceso a la tierra, desembocó en el
rápido desprestigio del régimen zarista cada vez más visto como un obstáculo
para la mejora de la situación.
En enero de 1917, 250.000 obreros se
declaran en huelga, y en febrero el número de huelguistas supera los 400.000. El
25 de ese mes se desata una huelga general y en pocos días se realizan manifestaciones
y acciones de lucha que adquieren gran proporción entre obreros y campesinos.
La mayoría de los soldados y marineros ya no responden al gobierno y se niegan
a reprimir a los manifestantes. El 27 de febrero fue depuesto el Zar.
Dos poderes
En una situación peculiar a nivel del
desarrollo histórico se configuran dos poderes paralelos. Uno, el Gobierno
Provisional, que asume el control formal del Estado y va a representar a la
burguesía, los terratenientes y la oficialidad del Ejército, encabezado por el
príncipe Lvov.
El otro, la formación de un nuevo tipo de
poder, el de los soviets de diputados obreros y diputados soldados en toda
Rusia, formándose los de de campesinos con posterioridad. Siendo el más
importante el de la capital, Petrogrado, donde pronto se encuentran unificados
obreros y soldados. En el primer congreso de los soviets de estos últimos va a
emerger un Comité Ejecutivo Central (CEC) como representante máximo de éstos.
El Gobierno Provisional no puede actuar sin
el apoyo de los soviets, dado el papel principal que tuvieron las masas de
obreros y soldados en el derrocamiento del Zar, por lo que va a incorporar un
representante del CEC, Kerenski, en su seno y a solicitar la adhesión de
aquellos. Cosa que va a lograr, debido a que la gran mayoría de los dirigentes
del CEC son Mencheviques y Socialrevolucionarios, organizaciones que están
convencidas que no es posible la revolución socialista en lo inmediato y hay
que apoyar a la burguesía para establecer conquistas democráticas.
Los bolcheviques, cuya mayoría de
dirigentes recién salen de la cárcel, el destierro en Siberia o el exilio en el
extranjero, creen que hay que los Soviets deben asumir el poder plenamente.
Pero son apenas una minoría y no nuclean más que unos pocos miles de afiliados,
además dudan sobre los caminos a seguir. Será Vladimir Ílich Ulianov, Lenin,
quien, una vez regresado de su exilio en Suiza en el mes de abril, intente unir
al Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR) Bolchevique tras la idea de
que solamente una revolución socialista en el futuro inmediato podrá dar al
pueblo ruso lo que anhela: fin de la guerra, reparto de tierra a los campesinos
y control obrero de las industrias, como forma de salir de la crisis.