Si las pérdidas humanas y los daños materiales producidos por la guerra mundial desafían cualquier esfuerzo de nuestra imaginación, no menos asombro causa la rápida recuperación de los países europeos más afectados. En unos pocos años, naciones como Alemania, Inglaterra, Francia se presentaban a los observadores francamente recuperadas y en plena producción económica. Sólo gracias a este hecho sorprendente, los años cincuenta del siglo XX han podido ser calificados de “milagro económico” en muchas zonas europeas.
En los primeros años de la postguerra la posición favorable de Estados Unidos hizo posible la puesta en marcha de un sistema de abastecimiento de artículos básicos que, de hecho, impidió que el hambre acabara con los supervivientes de la catástrofe. La ayuda norteamericana se popularizaba en la hambrienta Europa Occidental tratando de sustituir cañones por manteca.
Los Estados Unidos eran, en efecto, junto a Canadá y en menor medida algunas naciones sudamericanas (incluido Uruguay), el único país con capacidad y disposición económica y logística para intentar remediar las necesidades más acuciantes de la empobrecida Europa.
En contrapartida la ayuda alimenticia fue muy útil para la colocación de un elevado contingente de excedentes agrícolas, procedentes del enorme desarrollo que habían alcanzado las producciones estadounidenses por impulso de la demanda europea. El envío hacia las hambrientas ciudades europeas de esta sobreproducción impidió el derrumbe de la agricultura americana, que pudo vender al gobierno sus bienes de salida más difícil.
Las ayudas ofrecidas eran gratuitas pero no desinteresadas. A cambio de recibirlas, los gobiernos destinatarios debían garantizar la puesta en funcionamiento de un modelo de política económica y social integrado, que estuviera ajustado al dominante en el mundo occidental capitalista. Entre otras cosas éste fue el motivo por el que, tras la guerra, en los Estados europeos occidentales se afianzó un sistema de mercado liberal pero intervenido. En él convivían tendencias librecambistas, sobre todo en materia de relaciones internacionales, con teorías keynesianas de intervención.
Bretton Woods: el orden económico al servicio de EE.UU.
EE.UU. aparecía como la potencia dominante en el mundo occidental, y el diseño de un nuevo sistema financiero internacional estuvo hecho a su medida. Antes de terminar la guerra, en 1944, se reunieron en la ciudad de Bretton Woods (EE.UU.) 44 países para determinar las reglas de intercambio, directrices de comercio, los organismos pertinentes y el nuevo orden monetario occidental que presidirán durante los decenios siguientes el transcurso de las economías de los países no socialistas.
La necesidad de reformular al liberalismo clásico venía de antes de la guerra, cuando la mayor crisis económico y social del sistema capitalista se instaló en los años treinta. La que obligaba a una readaptación general de las relaciones económicas con el objetivo de salvar al sistema a través de un incremento de la demanda mundial, la reactivación de mercados y la creación de nuevas áreas de consumo, para ello se consideraba imprescindible establecer estímulos financieros y diseñar un orden monetario más dinámico y estable al mismo tiempo.
Las modificaciones más importantes introducidas en Bretton Woods se referían a la consideración del dólar como moneda patrón internacional, en igualdad de garantías con el oro. La divisa norteamericana pasaba además a constituirse como valor de reserva convertible en oro, gracias ala facilidad teórica que para esta transformación le proporcionaba la hegemonía económica y las propias reservas auríferas de Estados Unidos.
Las consecuencias de estas decisiones para el orden económico mundial fueron a penetración financiera sin precedentes del dólar en los sistemasoccidentales y la afirmación paulatina de esta divisa frente al patrón oro, al que de hecho fue sustituyendo en la práctica.
Dos caras de la misma moneda para enfrentar al comunismo
La impresionante capacidad productiva que habían desarrollado los EEUU, junto a la internacionalización de su economía y finanzas, que la guerra había facilitado, impulsaban al complejo industrial y bancario de este país a presionar por una política económica de vocación expansionista, sumado a la configuración de un sistema ideológico en defensa de las libertades y democracia liberal occidental, impulsaron a los dirigentes estadounidenses a hacer frente al avance del comunismo. En estas condiciones el abandono de la debilitada Europa a su propia suerte equivalía, para los políticos yanquis, a dejarla en manos de las presiones populares y bajo la “amenaza” de los movimientos socializantes.
La precaria ayuda inicial a los países de Europa destruidos por la guerra se ve insuficiente para frenar problemas políticos planteados por el ascenso de las opciones comunistas en los países liberados. En Francia, el Partido Comunista, con un 28% de los votos, se convierte en la primera fuerza electoral. Mientras que en Italia, entre socialistas y comunistas suman más del 40% de los sufragios en las primeras elecciones de postguerra
Pero el supuesto más temible para las pretensiones políticas norteamericanas se produjo en 1947 en una zona europea de las más próximas a la Unión Soviética. En Grecia la situación de tensión y enfrentamiento civil, en la que la guerrilla popular había realizado importantes avances, parecía favorecer la tendencia a la toma del poder por los partidos comunistas.
Esta situación fue decisiva para que Washington optara por incentivar la ayuda económica y militar a los sectores conservadores de Europa. El 12 de marzo de 1947 el presidente de EE.UU., Harry S. Truman, pronunció un discurso donde se fundamentaba los principales elementos de la doctrina que lleva su nombre, y que justifica hasta nuestros días el intervencionismo estadounidense en el mundo.
El enfrentamiento entre la URSS y los EEUU se presentaba como un combate ideológico entre la libertad y el totalitarismo. Truman sostenía que debían estar “dispuestos a ayudar a liberar otros pueblos para que puedan mantener sus instituciones libres y su integridad nacional ante los movimientos agresivos de los regímenes totalitarios. Esto no es más que un reconocimiento sincero de que los regímenes totalitarios impuestos a pueblos libres, mediante agresión directa o indirecta, socavan los cimientos de la paz internacional y la seguridad de Estados Unidos”.
Agregando que, “No podemos permitir que haya cambios en el statu quo que infrinjan la Carta de las Naciones Unidas y que recurran a métodos como la coacción y subterfugios como la infiltración política”.
La doctrina Truman, que justifica desde entonces la política exterior de USA, se adelantaba así en unos meses al Plan Marshall, del que, sin embargo, no puede disociarse y con el que forma las dos caras de una misma moneda.
Si la doctrina Truman resultaba válida para cualquier lugar del globo y para un periodo indefinido de tiempo, el Plan Marshall era un programa concreto de ayuda a los países europeos, hasta que lograran afianzar su reconstrucción económica y social. No obstante, esta intención suponía también el deseo de recomposición política bajo el molde y la hegemonía norteamericana. Y este elemento se iba a convertir en factor de la estrategia internacional de EE.UU., incluso por encima de cualquier otra consideración, una vez que desaparecieron los factores desestabilizadores como la pobreza, el desempleo, la escasez, el hambre, etc.
El proyecto que se pondría en marcha en la primavera de 1948 fue dado a conocer por el general Marshall, secretario de Estado, en un discurso de la Universidad de Harvard. En su intervención expresaba la conveniencia de dar un salto cualitativo en la ayuda americana a Europa, no limitándose a la mera ayuda subsidiaria, sino tratando de recomponer la misma estructura económica y financiera de las naciones arruinadas. La justificación del Plan descansaba en la precedente doctrina Truman, con la que formaría un bloque ideológico de contención y evitación de “graves problemas económicos, sociales y políticos”. El propósito del European Recovery Plan, nombre oficial del Marshall, no podía ser más ambicioso en sus pretensiones. Trataba de legar al establecimiento de una economía europea “sana”, de manera que permitiera la vuelta a las condiciones políticas y sociales en las cuales “puedan existir instituciones libres”. Desde el mismo instante de su anuncio se convertiría en el hecho más trascendental de la postguerra europea, dando una respuesta sólida a los temores de los partidos moderados ante el posible giro procomunista de la vida política.
La aplicación del Plan tendría, en efecto, notables consecuencias en la sociedad europea, una de las cuales fue la marginación de los partidos que aspiraban a un cambio revolucionario como medio para solucionar los problemas económicos y sociales del continente.
De otro lado promovió un momento excepcional en las relaciones históricas entre Europa y Estados Unidos. En él se mezclarían ideales altruistas, de los que se hizo partícipe al pueblo americano, con intereses políticos y grandes beneficios privados menos confesables.Entre 1948 y 1961 el importe total de entregas, préstamos y donaciones sobrepasó los 30.000 millones de dólares. Esta colosal cifra no fue repartida en partes iguales. Inglaterra fue la mayor beneficiada, seguida de Francia y Alemania, recibiendo entre los tres casi 20.400 millones de dólares en esas fechas, lo que supone más del 67% del total. Para muchos esta desproporción explica de modo contundente las diferencias económicas entre estos cuatro grandes europeos y el resto de sus vecinos menores y también sus inquebrantables fidelidades pronorteamericanas.
Discurso del Presidente Harry S. Truman
Para asegurar el desarrollo pacífico de las naciones, Estados Unidos ha asumido un papel destacado en la fundación de las Naciones Unidas, una organización que se ha creado para garantizar independencia y una libertad duradera a todos sus miembros. Sin embargo no lograremos cumplir con nuestros objetivos a menos que estemos dispuestos a ayudar a liberar otros pueblos para que puedan mantener sus instituciones libres y su integridad nacional ante los movimientos agresivos de los regímenes totalitarios. Esto no es más que un reconocimiento sincero de que los regímenes totalitarios impuestos a pueblos libres, mediante agresión directa o indirecta, socavan los cimientos de la paz internacional y la seguridad de Estados Unidos.
Recientemente, los ciudadanos de varios países han visto como se les imponían regímenes totalitarios contra su voluntad. El gobierno de Estados Unidos ha expresado protestas contra la coacción y la intimidación, algo que viola el acuerdo de Yalta, a las que han sido sometidas las poblaciones de Polonia, Rumania y Bulgaria. También debo manifestar que en otros varios países han ocurrido hechos similares. En este momento de la historia mundial, casi todas las naciones deben escoger entre estilos de vida alternativos. Y muy a menudo esta elección no es libre.
Una de estas formas de vida se basa en la voluntad de la mayoría, y se distingue por sus instituciones libres su gobierno representativo, la celebración de elecciones libres, la existencia de garantías de libertad individual, la libertad de expresión y religión y la ausencia de opresión política.
El segundo estilo de vida se basa en la voluntad de una minoría impuesta por la fuerza. Su poder reside en el terror y la opresión, en prensa y radios controladas, en elecciones amañadas y en la supresión de las libertades individuales.
Creo que la política de Estados Unidos debe consistir en brindar ayuda a los pueblos libres que se están resistiendo a ser subyugados por minorías armadas o por presiones externas. Creo que debemos prestar auxilio a los pueblos libres para que puedan elegir su propio destino. Creo que nuestra ayuda debe ser básicamente económica, lo cual es esencial para mantener la estabilidad financiera y los procesos políticos.
El mundo no es estático, y el statu quo no es sagrado. Pero no podemos permitir que haya cambios en el statu quo que infrinjan la Carta de las Naciones Unidas y que recurran a métodos como la coacción y subterfugios como la infiltración política. Al ayudar a naciones libres e independientes a mantener su libertad, Estados Unidos estará haciendo efectivos los principios de la Carta de las Naciones Unidas.
Las semillas de los regímenes totalitarios se nutren de la miseria y la necesidad. Se extienden y crecen en la tierra malvada de la pobreza y la lucha. Alcanzan su máximo crecimiento cuando las esperanzas de la gente para alcanzar una vida mejor se desvanecen. Nosotros debemos mantener esa esperanza con vida. Los pueblos libres del mundo vuelven la vista hacia nosotros en busca de apoyo para poder mantener la libertad. Si nos mostramos débiles en nuestro liderazgo, podríamos poner en peligro la paz del mundo y el bienestar de nuestra propia nación.
La Doctrina Truman y el Plan Marshall desde el punto de vista Soviético.
El 12 de marzo de 1947, Truman solicitó al Congreso norteamericano (…) prestar urgentemente “ayuda” a Grecia y Turquía (…) No trató siquiera de ocultar el carácter militar de la proyectada “ayuda” ni la aspiración de EE.UU. a instalarse en los países beneficiarios de la misma (…) El mensaje del presidente norteamericano lleno de calumnias groseras contra los países socialistas, llamaba prácticamente a los EE.UU. a asumir el papel de gendarme mundial, o sea, a intervenir en los asuntos de todas las naciones al lado de la re acción y de la contrarrevolución, contribuyendo a la represión del movimiento liberador de todos los pueblos y oponiéndose abiertamente a la revolución y al desarrollo socialista de los Estados (…) El carácter antisoviético y antisocialista de la política exterior formulada en la “Doctrina Truman” era evidente desde el principio (…)
El Gobierno y la prensa soviética denunciaron enérgicamente la naturaleza imperialista de la “Doctrina Truman”. El 5 de junio de 1947, el Secretario de Estado norteamericano George Marshall señaló, al hacer uso de la palabra en la Universidad de Harvard, que la economía de muchos países de Europa se encontraba en una situación penosa y que los EE.UU. deseaban ayudar a su restablecimiento (…) Dejaba oculta, claro está, la verdadera razón de ser del nuevo plan norteamericano (…) Una gran parte de la burguesía de los países europeos, asustada por el crecimiento de las fuerzas del socialismo y de la democracia, aplaudió el discurso. Análoga fue la reacción de los líderes socialistas de derecha (…), pero la Unión Soviética se daba perfectamente cuenta de lo que aquélla significaba en realidad, de cuánto valían las aseveraciones del Gobierno de los EE.UU. respecto a su deseo de ayudar al restablecimiento de los países perjudicados por la guerra. (…)
En 1947, Washington (…) quiso asegurar, por medio de la ayuda prometida, la influencia económica, política y militar dominante de los EE.UU. en los países de Europa Occidental, arruinados por la guerra, detener, valiéndose de la intervención, el ascenso del movimiento revolucionario, que se observaba en muchos de esos países, así como aislar a la URSS y hacer retomar a los cauces del desarrollo capitalista a todos los Estados democrático-populares o, por lo menos, algunos de ellos (…) El Gobierno soviético hacía ver con insistencia que los objetivos del “Plan Marshall” estaban en pugna con la paz y la independencia de los pueblos (…) Los Gobiernos de los países de democracia popular condenaron a su vez los peligrosos objetivos del imperialismo norteamericano, encubiertos con la apariencia “filantrópica” del “Plan Marshall”.
Historia de la Política Exterior de la URSS. 1974.
Preguntas:
1. ¿Por qué las ayudas ofrecidas eran gratuitas pero no desinteresadas?
2. ¿Cuáles son las modificaciones más importantes de Breton Woods?
3. ¿Por qué el Plan Marshall y la doctrina Truman son dos caras de la misma moneda para combatir al comunismo?
4. ¿A qué deben ayudar los EE.UU.?
5. ¿Qué socavan los regímenes totalitarios?
6. ¿Qué forma de vida corresponde al capitalismo y cual al socialismo?
7. ¿Por qué los soviéticos dicen que EEUU quiere asumir el papel de gendarme mundial?
8. ¿Qué se quiere detener por parte de EEUU según el análisis soviético?