TOMADO DE: América Latina. Laurette
Séjourné. Antiguas culturas precolombinas.
Los conocimientos que Europa tenía en el siglo XV de
África y Asia eran debidos a los escritorios griegos y a las narraciones de Marco
Polo, por una parte, y, por otra, a los viajes de los portugueses que habían
llegado hasta las Molucas en 1488, rodeando el Cabo de Buena Esperanza.
A finales de siglo se produjo una
verdadera avalancha hacia las Islas del oeste: innumerables embarcaciones
exploraban el Atlántico en busca de pesca, de azúcar, de especies y de la ruta
del Asia, interrumpida por vía terrestre cuando los turcos conquistaron
Bizancio en 1453.
Así fue como ya en 1480 dos alemanes a
sueldo de Dinamarca explotaban Groenlandia y en 1491 un cabotaje regular unía
Inglaterra con los bancos de Terranova. Las exploraciones marítimas fueron la
principal inspiración del proyecto de Cristóbal Colón, para quien la vía
oceánica debía lógicamente conducir a las costas de aquella China legendaria
que Marco Polo había alcanzado solamente después de haber recorrido, en
dirección este, toda la extensión de la tierra.
La gloria del gran navegante reside, ante
todo, en su fe en la existencia de territorios cuya real existencia otros
habían deducido hipotéticamente. Esta fe le convirtió en profeta de una
realidad oculta y le dio fuerza para soportar el menosprecio, la insolencia y
las burlas de los “sabios” y cortesanos a los cuales sometieron los monarcas
las demostraciones que acompañaban sus requerimientos.
Ridículas
conjeturas
En efecto sostener la existencia de seres
humanos al suroeste del continente europeo era contravenir peligrosamente el
saber oficial, que no aceptaba todavía la redondez de la tierra y que declaraba
altamente ridícula la conjetura de los antípodas; ¿cómo admitir seriamente la
existencia de países donde el sol se levantaría en el momento en que se pone en
los nuestros?; ¿Dónde sus habitantes marcharían con la cabeza abajo, con sus
pies contrarios a los nuestros?
Se sabía además que esta porción
meridional no podía contener más que agua, y que si hubiera existido otra cosa
en ella, los hombres de ciencia no hubiesen esperado a aquel iluminado
sospechoso para saberlo.
Sólo en 1492, después que un funcionario
propuso financiar la aventura, los reyes de España desdijeron su negativa – que
precedentemente había sido por dos veces categórica – para firmar el pacto que
los erigía en dueños de futuros imperios y nombraba a Cristóbal Colón, Gran
Almirante del Océano.
Más de doce años tuvo que esperar el
descubridor de América para hallarse en posesión de los medios que le
permitirían la acción: tres carabelas, unos centenares de hombres, víveres par
aun año y un montón de objetos destinados al trueque: cuentas de vidrio, gorros
y zapatos que según las descripciones eran siempre rojos, pequeños espejos,
guantes, camisas…
El éxito fue total: vastos países
habitados, pueblos, climas y paisajes paradisíacos; infinitas riquezas
naturales, la presencia milagrosa del oro.
Jueves, 11 de octubre [12.10.1492]
Puestos en tierra vieron
árboles muy verdes, y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante
llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de
Escobedo, escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo
que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomaba, como de hecho
tomó, posesión de la dicha Isla por el Rey y por la Reina sus señores, haciendo
las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los
testimonios que allí se hicieron por escrito. Luego se juntó allí mucha gente
de la Isla. Esto
que se sigue son palabras formales del Almirante, en su libro de su primera
navegación y descubrimiento de estas Indias: "Yo (dice él), porque nos
tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y
convertiría a Nuestra Santa Fe con Amor que no por fuerza, les di a algunos de
ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio (1) que se ponían al pescuezo,
y otras cosas muchas de poco valor, con que tuvieron mucho placer y quedaron
tanto nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los
navíos a donde nos estábamos, nadando.
Y nos traían papagayos y hilo de algodón en
ovillos y azagayas (2) y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas
que nos les dábamos, como cuenticillas de vidrio y cascabeles. En fin, todo
tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad. Mas me pareció que era
gente muy pobre de todo.
Ellos andan todos desnudos como
su madre los parió, y tanbién las mujeres, aunque no vide (3) más de una harto
moza. Y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vide de edad de
más de 30 años. Muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras.
Los cabellos gruesos casi como sedas de cola de caballos, y cortos. Los
cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen
largos, que jamás cortan. De ellos (4) se pintan de prieto, y ellos son de la
color de los canarios, ni negros ni blancos, y de ellos se pintan de blanco, y
de ellos de colorado, y de ellos de lo que fallan (5) . Y dellos se pintan las
caras, y dellos todo el cuerpo, y de ellos solos los ojos, y de ellos solo la
nariz.
Ellos no traen armas ni las
conocen, porque les mostré espadas y las to-maban por el filo, y se cortaban
con ignorancia. No tienen algún hierro. Sus azagayas son unas varas sin hierro,
y algunas de ellas tienen al cabo un diente de pece, y otras de otras cosas.
Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien
hechos. Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hize
señas que era aquello, y ellos me mostraron como allí venían gente de otras
islas que estaban cerca y los querían tomar y se defendían. Y yo creí y creo
que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos.
Ellos deben ser buenos ser-vidores y de buen
ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía. Y creo que
ligeramente se harían cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían. Yo,
placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a
Vuestra Alteza para que aprendan a hablar. Ninguna bestia de ninguna manera vi,
salvo papagayos en esta Isla." Todas son palabras del Almirante.
Ejercicio:
A.
Leer atentamente el
testimonio de Cristóbal Colón.
B.
Contestar:
1.
¿Qué características tenían
los indígenas?
2.
¿Cómo reaccionan frente a las
armas europeas?
3.
¿Para qué piensa Colón que
son apropiados?
¿Sólo humor?
¿A qué realidad actual alude este video?